Rafael Berrio: Canciones románticas

Paul San Martín, Lutxo Neira, Karlos Arancegui, Rafa Berrio y Joseba Irazoki en ‘Las tornas cambian’ (foto: Óscar Esteban)

CAL: **

Jueves 3 de octubre de 2019, Bilbao, Kafe Antzokia, sala superior, 20.30 h, 12 €.

‘Niño futuro’, grabado en los estudios Elkar en formato quinteto deluxe (Irazoki, Arancegui, Neira, San Martin, Berrio), como siempre en su caso resulta fácil de escuchar (clasicismo vía el rock americano a medio tiempo, los marasmos de Van Morrison, el Lou Reed ora narcótico ora urgente…) aunque su lírica sea de altura e incluso muy culta (un título sobre Sísifo, una letra basada en textos de Cioran, la enumeración más larga que las de Henry Miller contenida en los casi siete minutos del tema titular, donde espeta vocablos bien traídos como anacreónticos, escolopendras, nocherniegos, endemoniadas, polifemos, idólatras, faunos, dipsómanos, arlequines, narcisos, rompesquinas, mefistofélicos, pisaverdes, sietemesinos, anfetamínicas, trapisondistas, archipámpanos o ultramontanos). O. C.

 

Inspirado, contento y escoltado por una banda de lujo e implicada, el cantautor rock donostiarra emocionó y se creció en el estreno en el Antxiki de ‘Niño futuro’, su cuarto álbum en solitario

 

Concierto de presentación emocionante y en gradación de ‘Niño futuro’ (óiganlo en Bandcamp), el cuarto disco en solitario del cantautor rock culto y maldito donostiarra Rafael Berrio el jueves en un Antxiki con unas 111 persona, tan interesadas que se apretaron en la mitad delantera del recinto, tanto que resultaba difícil abrirse paso hasta la barra. Berrio, con un sombrero que le daba un aire a Woody Allen según Óscar Esteban, ofreció uno de los mejores conciertos que le hemos visto y estuvo escoltado por cuatro profesionales con pedigrí e implicados en la tarea: el bajista donostiarra Lutxo Neira (Ruper Ordorika, etc.; le nacionalicé argentino en el primer texto, pero me corrige Rafa: «Es más donostiarra que el peine del viento»), quizá el mejor de todos; el pianista también donostiarra Paul San Martín (carrera blusera en solitario tiene), siempre adecuado a cada estilo, incluso al rock americano (lástima que su teclado eléctrico reverberara un tanto); el baterista tolosarra Karlos Arancegui (Rulo, Erentxun…), que golpeó a los parches con más fuerza que nunca («sí, normalmente es más sutil, ¿verdad?», convino Óscar, y al final nos confió Karlos: «¿duro?, ¡si me he estado conteniendo!»; bueno, quizá era por verlo desde la primera fila); y el guitarrista navarro Joseba Irazoki (carrera en solitario, ahora con Nacho Vegas…), que sí que estuvo contenido para lo que es él, siempre al servicio de las canciones (y encantó a todos los presentes). Después de una de ellas, espontáneamente el público jaleó a cada uno de ellos: «¡bien, Joseba!», «¡aúpa, Lutxo!», «ese Paul…», «¡ese batería!».

Contento con ellos, Rafael Berrio condujo un concierto de 15 canciones en 90 minutos apuntando hacia arriba y sin nunca flojear a pesar de la atmósfera variable de las composiciones. La velada se abrió con la canción ‘Niño futuro’ sonando del disco a modo de introducción ambiental, subieron a la tarima los cuatro escuderos, comenzaron a tocar amalgamándose con la grabación (qué bueno Lutxo, qué expresión atenta siempre la de Arancegui…), y por fin se incorporó Berrio prolongando la extensa enumeración intelectual (con perdón) postrera. Un arranque velvetiano que continúo con el narcótico puro Lou Reed ‘Abolir el alma’, basado en textos de Cioran, y el power-pop optimista y guitarrero de ‘Las tornas cambian’.

Rafael Berrio (San Sebastián, 1964), contento y con sombrero a lo Woody Allen (foto: Óscar Esteban).

Rock a medio gas fue el de ‘Algo delicado’, más relax sureño (esas slides de Irazoki, ese recitado gótico) empapó ‘Arcadia en flor’ (para la película de Jonás Trueba ‘La reconquista’ y nominada a los Goya a la mejor canción en 2017; pero lo ganó Silvia Pérez Cruz por la canción ‘Ai, ai, ai’ de la película ‘Cerca de tu casa’), y la reunión se endureció espiritualmente en la plegaria ‘Sé libre, sé mía’ y en la que Rafael presentó como «una canción de sobra conocida», ‘Como Cortés’ (quemando naves, aunque en realidad las barrenó, por si hubiera necesitado reflotarlas), tema que resonó a alt co a lo Band Of Horses.

«Voy a hacer una canción muy romántica ahora. Bueno, como todas», así introdujo ‘Somos siempre principiantes’, también de la película ‘La reconquista’ («esta es que es Lou Reed en ‘New York’, vamos», ubicó Esteban, aunque a Berrio no le agrada que le etiqueten como el Lou Reed vasco), y ya hasta el final la electricidad no sólo fue estática sino además física: ‘Mis ayeres muertos’ borboteó velvetiana; ‘Dadme la vida que amo’, la que abre el disco, brilló vitalista como el cineasta Paolo Sorrentino; ‘Considerando’ difuminó su aire Van Morrison pero resopló setentero y funcionó a pesar de que a Berrio se le rompió una cuerda de su guitarra; ‘Tu nombre’, «una balada también romántica, a ver si os gusta», rompió dramática, cual película en blanco y negro («con imágenes menos dramáticas y más efectivas que Diego Vasallo», comparó Óscar Esteban); la muy Lou Reed ‘Mi álbum de nubes de cielo’ contuvo un estupendo piano de Paul San Martín; además del bis doble abierto por Rafa a solas en una emocionante, sentimental y culta ‘El mundo pende de un hilo’ (de un hilo El Greco, de un hilo Bach… y las hojas muertas caen, caen, caen. caen…; por cierto, Rafa tenía a sus pies las letras, pero no se notó cuándo las miraba) y con la banda al completo cerró con una redonda y contenta ‘No sólo de amor (del aire también se vive)’.

Rafael Berrio aplaudiendo a su entragado, expectante y satisfecho público (foto: Óscar Esteban).

«Ha sido de una belleza que nos reconcilia con el mundo», sentenció al acabar una morena guapa, alta, jovezna y anónima. Háganse un favor y chequeen la discografía casi completa de Berrio que se puede oír en su página web. Mis álbumes favoritos suyos son ‘1971’, su debut en solitario mano a mano con Joserra Senperena, y el primer LP de Amor A Traición, el negro, y no se preocupen si les saltan las lágrimas al oír la segunda canción, ‘La misma mujer distinta’, pues es lo más normal.

ÓSCAR CUBILLO

 

Vídeo de su canción ‘Dadme la vida que amo’, realizado por Richard Horn:

¿Qué haces un día normal, durante esa cotidianidad que parece reflejar el vídeo que reproducimos justo encima de estas líneas, el de tu canción ‘Dadme la vida que amo’?

Un día normal bajo temprano a la calle para hacer la compra en la frutería y la panadería. Guiso unas lentejas. Lavo los platos y me acuesto un rato después de comer. Por la tarde voy al estudio y me paso unas horas tocando la guitarra y escribiendo letras deseando que den las nueve. Por la noche me tomo un vino y me acuesto a medianoche a leer a Aristóteles.

Qué bien, una disciplina envidiable. A ver si me la aplico. En las imágenes del clip apareces cantando ante un espejo. ¿Qué ves cuando te miras en el espejo? ¿Lo haces a menudo?

Pues claro que me miro al espejo, como cualquiera. Y lo que veo es un señor de cierta edad y entonces pienso que un hombre a los cincuenta está más cerca de los quince años que de los treinta. O. C.

 

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