7º Music Legends / Pretenders + Screamin’ Cheetah Wheelies + …: La controversia del sonido y las luces.

Chryssie Hynde, lideresa de los Pretenders, la gran triunfadora del viernes (foto: Ania López).

Viernes 14 de junio de 2024, Bilbao, Pabellón de Miribilla, 18.30 h, 65 € (bono dos días 100 €).

CAL: ** / – /…

4.600 almas se congregaron el viernes, primer día de los dos del festival, una jornada lastrada por las deficiencias de luz y sonido, y sin pantalla de fondo.

Los Pretenders destacaron, y decepcionaron los demás del escenario grande.

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Siete actuaciones hubo el viernes, en la primera jornada del 7º Music Legends Festival, y las tres mejores fueron, por este orden, las de Los Pretenders (aunque el público de grada se vio deslumbrado por luz amarilla expelida desde el escenario, no así la gente de la pista), y ya en el escenario pequeño de fuera, las de los grupos vizcaínos Sotomonte y Arnau & The Honky Tonk Losers. Las peores, decepcionantes o menos interesantes actuaciones fueron, en este orden, las de una Susan Santos perjudicadísima por el sonido y las luces, los versioneros novatos locales Ziin & The Melody Breakers en el tablado exterior, y la frustrante y larga intervención de The Screamin’ Cheetah Wheelies. En tierra de nadie, al albur de las filias y fobias de cada cual, quedarían unos funcionariales The Jayhawks.

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Tenía muchas ganas de ver a The Pretenders (CAL: **) tras su estupendísima actuación del verano en el Azkena Rock Festival. Esta vez el bolo estuvo casi tan bien, pero fue menos mágico, quizá por no celebrarse al aire libre. Y yo fui afortunado, porque desde mi ubicación, en la pista, adelantado (creo que en la fila 7), oí muy bien y no me molestó la luz amarilla de un foco que deslumbraba a muchos espectadores. Además hubo polémica en redes por la acústica, tildada por algunos como ‘birria’. Bueno, pues yo oí bien y vi bien.

Chryssie Hynde, respaldada por músicos muy jóvenes a los que vampiriza y que le insuflan una energía extra y una modernidad relevante (a menudo parecían inventar shoegaze, reventar lo indie…), cantó 20 temas de pop rock personal en 91 minutos, sin bis, algo aparentemente decidido in extremis, y sin tocar mis favoritas ‘Brass in pocket’ y ‘Precious’, hay que joderse. Flaca a sus 72 años, vestida con un personal modelito ajustado con anchas solapas y botas de caña alta adheridas a sus piernas, Chryssie cantó muy bien, a la guitarra lleno huecos (cedió la labor principal a James Walbourne, un londinense de 44 años, o sea que lo de la juventud se puede poner en duda), y pastoreó a las 4.600 almas congregadas (saludó diciendo ‘gabon, Bilbo’, a veces decía ‘eskerrik asko’, dedicó ‘Hym to her’ a su ‘amigo’ (sic) el difunto Pau Donés de Jarabe de Palo…).

Los Pretenders (foto: Pato Castañeda).

Funcionaron igual de bien las canciones más conocidas y antiguas (ahora anda conmemorando el 40º aniversario de la salida del tercer álbum, ’Learning To Crawl’, disco de platino) que las modernas y menos afamadas, por la vigencia y misterio que ofrecían (resonó a los Stooges, fue marcial sin sonar after punk, exhaló lisergia –‘Don´t let the sun come in’-, se igualó a los White Stripes –‘Junkie walk’-…).

Pero revisemos las que yo conozco de siempre, sin indagar en todos los títulos del setlist. ‘Kid’ se la dedicó a los miembros fundadores difuntos tan temprano Pete & Jimmy (así llamó al guitarrista James Honeyman-Scott y el bajista Pete Farndon, ambos muertos de por las drogas), ‘Don’t get me wrong’ les quedó muy bien y fue de las mejore recibidas por la multitud («la gente ha pagado la entrada por oír esta canción», juzgó el Dandy), ‘Time the avenger’ brilló más por la sangre fresca de sus acompañantes (todos tuvieron protagonismo grupal, el guitarrista y también el bajista y el baterista) y la rocabilesca ‘Thumbelina’ no se quedó a la zaga, el soul de ‘I’ll stand by you’ elevó coros comunitarios espontáneos, y el final fue un trallazo con los dos mejores temazos, un sexual ‘Bad Boys Get Spanked’ y la despedida con el ultrarrítmico ‘Mistery achievement’, y entre ambas una ‘Middle of the road’ en el que la señora Hynde tocó la armónica (en otros momentos tocó la pandereta y las maracas).

Grande Chryssie.

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Susan Santos ante el logotipo más fotografiado en todos los festivales (foto: Pato Castañeda).

Y ahora repasaré el resto de la jornada. Empecé con una gran decepción, con la guitarrista extremeña de blues-rock Susan Santos (CAL: -), que inauguró el 7º Festival Music Legends con un concierto perjudicado por el sonido y la iluminación. Un minuto antes de la hora prevista, a las 18.29 horas del viernes, cuando mucha gente todavía hacía cola para poder entrar al pabellón de Miribilla, sobre un gran escenario sin casi iluminación y con mucho humo y mal sonido, arrancó el 7º Music Legends la extremeña global Susan Santos (Badajoz, 1981), una guitarrista y cantante de blues-rock con ambición internacional, tanto que ha vivido y trabajado en Estados Unidos.

Susan Santos (Su Santidad le chilló un espectador llamado Pato) también tuvo la oportunidad de pisar el gran escenario del Pabellón de Miribilla en octubre, como cuarta invitada del show de Miguel Ríos en la gira del 40º aniversario del ‘Rock N Ríos’, y tocando codo a codo con el maestro granadino un ‘Rock and Roll Boomerang’ perjudicado por la acústica, pero en comparación eso sonó mucho mejor que lo del pasado viernes. En trío, escoltada por David Salvador al bajo y Juli El Lento a la batería, la misma base rítmica con la que ha grabado su último álbum, ‘Sonora’ (¡editado en abril!), enlazó 11 temas (el último, ‘Let it ride’ en dos partes, o sea que parecieron 12) en 58 minutos claramente insatisfactorios para mí: se oyó igual de mal en primera fila, en la quinta y delante de la mesa de sonido.

Juli El Lento, Susan Santos y David Salvador en el boogie ‘In trouble’ (foto: Pato Castañeda).

Marcando los compases andando como si desfilara, asomándose de vez en cuando al borde de la escena para puntear con sus Fender (al menos usó tres), la zurda Susan Santos abundó en la fórmula del boogie rock a lo ZZ Top (‘Fever’, la voz nasal en ‘What I want’, la slide en ‘Rattle snake’, ‘Hot rod lady’) y el mejor tema fue ‘Skin and bones’, a lo Hound Dog Taylor, que fue cuando bajó a tocar la guitarra desde el foso. Apenas habló, y una de las veces que lo hizo fue para anunciar que tenía «vinilos, CDs y camisetas en el merchandising. Ya he visto muchas camisetas y me encanta. Si queréis que os firme un disco o sacaros una foto, al de cinco minutos estaré ahí». Antes de la penúltima, el rock ‘Call me tonight’, nos censuró a las menos de mil almas presentes: «Estáis a medio gas. La primera fila sí, pero el resto no». Ya, es que entre que apenas se la veía y lo mal que se oía, era difícil entrar en harina, en acción. 

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Luego fuera dieron un buen concierto los vizcaínos Arnau & The Honky Tonk Losers (CAL: *), liderados por un arborista gerundense avecindado en Igorre, haciendo honor a su nombre, sonando a country viril de los 70 (con escapadas onda Nuev Rock Americano ochentero y lo gótico hillbilly actual) durante 9 temas en 45 minutos, en gran formato, con un pedal steel catalán y la destacada labor guitarrista de Ibai García.

Arnau & The Hony Tonk Losers en septeto (foto: Pato Castañeda).

Después tocaron The Jayhawks (CAL: -), en cuarteto que se antojó escaso y con una actitud funcionarial en la que ni el líder Gary Louris parecía creérselo, y de nuevo en el escenario pequeño exterior los versioneros Ziin & The Melody Breakers (CAL: -), con chica cantante y tendencia al blues. Y tras los Pretenders (CAL: **), fuera de noche actuaron Sotomonte (CAL: **) en quinteto melenudo, con unas pintas que el amigo Rozadilla dató en 1972, y con un empaque sónico que realza su folk-rock psicodélico, o viceversa. Estuvieron 42 minutos levemente decrecientes porque del rock con momentos cuasi hard se ralentizaron con alguna balada de aire Canterbury. 

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Screamin’ Cheetah Wheelies: Sin alma

El quinteto de Nashville, Tennessee, dio su único bolo europeo ante 500 almas y le salió rutinario, con luces y sonido insuficientes, y donde sólo su líder Mike Farris descolló esporádicamente.

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Pues cerraron la jornada The Screamin’ Cheetah Wheelies (CAL: -) dando lo que será uno de los últimos coletazos de su trayectoria antes de disolverse definitivamente paaara poder datarlos así: Nashville, Tennesee, 1991-2004, 2022-2024. Sí, dieron un concierto desilusionante, largo (larguísimo y, ¡y eso que comenzó tras la medianoche!), de 16 canciones en 101 minutos, con mal sonido (horrible al principio, poco volumen en general, escaso empaque entre la banda), con luces escasas y demasiado humo que ensombrecía el escenario entero, sin pantalla de fondo ni visuales (como el resto de los actuantes ese día), ¡y sin el logotipo de fondo!, un logotipo que sí trajeron en diciembre para el concierto que ofrecieron en la Sala BBK, de 18 robustas canciones (muy parecidas entre sí) en 132 minutos rebosantes de rock, americano y sudista, y con una densidad a prueba de balas.

Mike Farris, el único que lo intentó en el mortecino show de los SCW (foto: Pato Castañeda).

¿Qué pasó para regresar así de flojos a Bilbao? ¿Pocos ensayos en contraste con la larga gira que se cascaron por España hace seis meses? Dejando al margen los hándicaps del sonido y la luz, entre los cinco actuantes no hubo interacción: no se miraban, no se sonreían, no se rozaban… Los dos guitarristas tocaban desde sus laterales y con la cabeza gacha, mirando mucho al suelo, a las pedaleras, etc. Sólo su líder el cantante y guitarrista Mike Farris pugnó por romper la cuarta pared, cantando con su ansia negra, tirando de trucos del soul y hasta del góspel. Sólo Farris nos habló y agradeció la asistencia. Bueno, el baterista también puso algo de su parte desde la segunda fila del tablado.

Había una morena a mi derecha que no hacía más que bostezar. Normal: un tercio del repertorio de los SCW no tuvo ningún sentido, no tenía razón de ser, y es que sobraban esos lentos estirados con una sensibilidad impostada y más bien evanescente. Sobraron por poco afortunados, por planos, por largos, por la poca pasión que le pusieron los cuatro escuderos. Sobraron temas lentos como el también sombrío y algo The Doors ‘Father speaks’ y como ‘One big drop of water’, que sonaron con menos matices y viveza que en disco (y una banda de rock en vivo siempre ha de mejorar, es imperdonable que baje el nivel).

Al acabar el concierto buscamos al asturiano Rapa, amigo de Farris, un Rapa que vino a Bilbao con una camiseta de los Wheelies datada en 1994 (y sepan que su primer disco, homónimo él, salió en 1993), y con cara triste explicó que los demás acompañantes son mercenarios y habían estado muy fríos, que el sonido había sido injusto y que el concierto no había tenido alma.

Farris y sus mercenarios (foto: Pato Castañeda).

Hagamos el esfuerzo de repasar las notas para destacar lo bueno. Empezaron apostando fuerte con ‘Magnolia’, pero entre el sonido y el poco entusiasmo suyo la cosa se quedó en agua de borrajas. A la quinta, ‘Messenger’s lament’, con su aire soul rock y su jam a tres guitarras, por fin hubo algo de pellizco, y a la sexta llegó la segunda cima de la cita: el góspel-blues tradicional ‘John The Revelator’, con Farris ejerciendo de predicador y rascando palmas del respetable. Voluntarioso nos dijo a mitad de un tema que habían venido a celebrar la vida, la familia, los unos a los otros, y la música, pero en realidad fue incapaz de levantar ese ‘Good time’, y eso que la cantó algo a lo Tina Turner.

La cima de la cita fue la octava pieza, la soulera tipo Otis Redding ‘Sister mercy’, donde la figura de Farris se impuso en el pabellón, entre las sombras y sobre la acústica. Intentó conectar con el respetable que quedaba en Miribilla (unos 500 de los 4.600 que estuvimos: la mayoría se marchó tras Los Pretenders y las gradas ya se veían casi deshabitadas) haciéndole corear en ‘This is the time’ esa parte de que «esto es amor verdadero, nena» (la morena que bostezaba se despertó un ratito en esta), y así fuimos llegando hasta el final, que fue un ‘Hello from Venus’ tras el cual no dieron bis y lo que es peor: abandonaron el escenario casi sin saludar y como habiendo cumplido con poca pasión un compromiso que les daba igual. La morena se había ido antes de acabar. Me quedé con ganas de conocer su opinión.

ÓSCAR CUBILLO 

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