CINE: ‘Dune: parte dos’: El potencial de la estética visual

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Texto por GERARDO CREMER

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Estreno en España: 1 de marzo de 2024

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Director: Denis Villeneuve (Gentilly, Quebec, Canadá, 1967)

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Calificación: 4 estrellas de 5

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Tráiler de ‘Dune: parte dos:

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Una segunda parte

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‘Dune: parte dos’ debe verse como una continuación de una única película, que es ‘Dune’ (2021). El universo de Frank Herbert, ejemplificado en esos desiertos del planeta Arrakis (Dune), controlados por la casa de los Atreides, aunque desposeídos de su mando tras el ataque de la casa de los Harkonnen, ese mismo poder imperial de los Harkonnen y la disidencia de los habitantes del desierto (los Fremen), agrupados alrededor de Paul Atreides (Timothée Chalamet), que es convertido en el mesías para su causa, sigue siendo similar en esta ‘Parte dos’ a su original ‘Dune’ (ver reseña aquí).

Ambas películas tienen el empaque de ese cine de ciencia ficción que sabe recrear universos inventados, desarrollados a imagen y semejanza que nuestro Planeta Tierra, no tanto en su hábitat y seres que viven en él, sino más bien en la fisonomía humana de sus personajes y en esa dualidad entre bien y el mal que configura el imperativo categórico kantiano respecto a la ética del hombre. Así, la historia no es más que un conflicto entre imperios, los Atreides y los Harkonnen, que queda reducida al simple conflicto entre dos hombres, uno representante del bien (Paul Atreides) y otro del mal, el Barón Vladimir Harkonnen (Stellan Skarsgård), quien actúa siempre representado por sus acólitos Glossu Rabban (Dave Bautista) y Feyd-Rautha Harkonnen (Austin Butler). La máxima de ‘La guerra de las galaxias’ de enfrentar el Lado Oscuro con la Fuerza vuelve a darse en ‘Dune’ y en ‘Dune: parte dos’: el imperio de los Harkonnen es principalmente militar, mientras que el poder de los Atreides es principalmente mental.

Como suele ocurrir en las películas mainstream de ciencia ficción, también hay espacio para las historias de amor. El deber y el amor terminan siendo un conflicto para el protagonista. Igual sucedía con Luke Skywalker en ‘La guerra de las galaxias’. En la saga ‘Dune’, Paul se enamora de una guerrera Fremen (los habitantes de Arrakis), de Chani (Zendaya), pero sus obligaciones políticas y mesiánicas le obligan a sacrificarla en pos del avance de la humanidad. La responsabilidad colectiva queda por encima de la individual. Paul asume su condición de gobernante, obligado a restituir la gobernanza violentada. Por ello ha de sacrificar su amor por Chani a cambio de sus deberes políticos.

Chani (Zendaya), el amor imposible de Paul Atreides (Timothée Chalamet).

‘Dune: parte dos’ resulta una película más sencilla que ‘Dune’: hay menos hechos, los protagonistas de la primera parte se consolidan y no hay excesiva espectacularidad en las acciones. Como la serie de ‘El señor de los anillos’, la película se concentra en ese proceso de transformación, más enfocada en el viaje que en los acontecimientos definitorios. Y gracias a ello, la figura de Paul Atreides vuelve a brillar como la de Lawrence de Arabia, aunque ahora, en la segunda parte, se confirma que la personalidad de Paul está lejos de la complejidad de Lawrence, que en el film de David Lean estaba marcado por la «homosexualidad reprimida, la arrogancia, la desobediencia y el endiosamiento» (extracto de la crítica de ‘Dune’).

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Dune: la estética

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La progresión de Denis Villeneuve en el mundo cinematográfico ha sido sorprendente. Junto a Quentin Tarantino y a Wes Anderson en Estados Unidos, aunque ampliable a otros directores europeos como Nicolas Winding Refn, Villeneuve se caracteriza por su potencial visual y por el dominio esteticista de la puesta en escena. El énfasis puesto en la composición de los espacios, en el color de la fotografía, en la música que acompaña a las escenas, conlleva una forma de narrar minimalista, de desarrollo lento, donde la sucesión de eventos está limitada al corazón de los conflictos. Sus películas prescinden de las tramas secundarias y se concentran en sus personajes, cargados de dudas, donde los condicionantes del pasado y la memoria actúan como fogonazos del presente, creando un soterrado conflicto interior que condiciona sus actos. La violencia suele ser motivo principal de su cine: es la resolución de las acciones de sus protagonistas, es la reacción visceral al sentirse atrapados.

La estética persiste en una narrativa limitada a los sucesos, pero cargada de “pathos”, que busca trasladar al espectador lo que piensan los personajes: el trabajo con la cámara y el punto de vista, la utilización de colores, la realista representación de los espacios que al mismo tiempo buscan trasladar el estado anímico de los personajes, y la utilización no diegética de la música que actúa como una lectura abstracta de los estados de consciencia. El conjunto estético apunta a una organización metafórica de la dramaturgia de sus personajes.

La que distingue a Villeneuve de otros directores esteticistas es su adecuación de la forma visual a la trama y a los conflictos de sus protagonistas. Villeneuve no suele repetirse porque cada forma visual es diferente en cada uno de sus films (a diferencia de Wes Anderson, que promueve una estética constante y una adaptación de las tramas a su estética). Villeneuve demuestra siempre una creatividad formal excepcional, propia de su mirada a la historia, que surge de su visión como artista y está acompañada por grandes profesionales técnicos.

Uno de los elementos más característicos de la estética visual de Villeneuve es el cuidado puesto en la paleta de colores: en ‘Dune’ y ‘Dune: parte dos’ busca una tonalidad apagada, como la neblina amarilla del enemigo, el sol quemado, los ocres, los dorados suavizados del desierto o el blanco y negro del planeta de los Harkonnen. Villeneuve funciona con la predominancia intensa de un solo color dependiendo del personaje, efecto que asienta su estado de ánimo en todo momento, enfatizando el peso de la responsabilidad, de la soledad y de las expectativas de un futuro desesperanzado.

Paul Atreides (Timothée Chalamet) en el desierto.

En lo referente al diseño de sonido, incluyendo en ello la banda sonora y los efectos de sonido, en general en su cine, y en especial en el díptico ‘Dune’, Villeneuve busca una conexión entre lo real y lo irreal: los sonidos etnológicos de las tribus del desierto se mezclan con sonidos nuevos, creados especialmente para la película (como los gusanos del desierto), al mismo tiempo que la música de Hans Zimmer complementa la inventiva creadora de los espacios, estableciendo una organización musical más preocupada en el timbre y en la intensidad sonora, en la naturaleza instrumental, que en la propia armonía compositiva. Así, cada lugar tiene su música: define a sus habitantes y se asocia con sus características.

Otro de los aspectos estéticos a considerar en el díptico ‘Dune’ son los puramente cinematográficos. Destaca la manera de encuadrar a los protagonistas. Villeneuve opta por el uso intensivo del primer plano, mantenido en el tiempo, enfatizado por esas composiciones de luz y color, difuminadas en fondo, y que llevan a destacar el potencial exterior e interior del personaje. Villeneuve distribuye las imágenes en tres categorías: 1) la que aísla en soledad, en primer plano, a los personajes principales; 2) la artificial y fuertemente compositiva, soportada en decorados o diseños digitales de GCI y que adquiere un carácter escénico y dramático; 3) la realista, que identifica a los personajes con espacios naturales o con la etnología (ritos y costumbres) de los grupos sociales.

Las primeras suelen acompañarse de flashes de memoria, efectos sonoros y música que permiten ahondar en la mente de los personajes. Como ocurría en la serie de Peter Jackson sobre ‘El señor de los anillos’, hay en esta concepción cinematográfica una significación que ahonda en la duda, en el conflicto interno que se opone a unos objetivos claros.

La segunda de las categorías, la artificial, busca establecer esta categorización arquetípica entre el poder, el mal y el bien, mediante una iluminación compositiva y unos decorados que tienen como fin la escenificación de las ideas a través de su teatralización. Cabe destacar la secuencia del ‘circo romano’ en el planeta Harkonnen, en una composición en blanco y negro recreada en su mayor parte con efectos especiales de computación.

La tercera de las categorías, la realista, se mueve a la par que la artificial. Si en ‘La guerra de las galaxias’ la naturaleza cinematográfica fue “recreada” en platós o completamente en ordenador, la serie ‘Dune’ mantiene un fuerte componente real que da credibilidad al producto. Son muchas las secuencias que usan el desierto como escenario de filmación, aunque la escena que más se identifica con este realismo es la del remplazo de la reverenda madre de los Fremen por la madre de Paul, Lady Jessica (Rebecca Fergusson). Villeneuve transmite un realismo inesperado, muy asociado a las tribus africanas, de rituales próximos a la brujería, gracias a una composición de la imagen con la luz natural y la credibilidad gestual de los actores.

GERARDO CREMER

Comments
4 Responses to “CINE: ‘Dune: parte dos’: El potencial de la estética visual”
  1. bilbaoenvivo dice:

    Vaya zurullo aplastado de película, menuda pedantería inflamada de oquedad. En el cine, en una sala gigantesca, luché por no dormirme a lo largo de sus dos horas y tres cuartos. Y casi al final eché una cabezadita, un microsueño, porque no lo pude evitar. Viendo ‘Dune 2’ pensé en que ahora que no hay religiones la gente se cree todo. Y me preguntaba: ¿por qué se inventan un idioma del desierto y tenemos que leer en subtítulos tantas partes de la peli? Y vueltas con el madhi, el puto madhi, contra el que luchó Churchill en Sudán, el mismo madhi que seguía combatiendo a los yanquis en Irak. Siempre el maldito madhi. ¿No es una película filo-mahometana? Los desiertos (rodados en Abu Dhabi y Jordania), los nombres musulmanes Al-no sé qué, y el final terrorífico: “empieza la guerra santa”. Guerra santa, cuando creo que no se habla nunca de Dios, sólo de ese mesías (que es Timoteo, ¿no?). Y Javier Bardem doblándose con voz espectral, con eco. Y esos primeros planos bergmanianos tan vanos. Y esas ridículas carreras de gusanos, como si fueran Ben-Hur en la cuadriga, jo, jo, jo… Las escenas de batallas están bien,  pero ocupan poco metraje de esos 166 minutos y encima no parecen batallas del futuro. Lo que más me gustó fue cuando al principio los malos en el desierto flotan. De hecho los malos calvos son lo mejor de la película, todos los demás son unos mierdecillas: Timoteo, su novieta, la madre hablando con su feto femenino. Encima las relaciones están mal cosidas. Bah, la peor película de la saga ‘Star Wars’ es mil veces mejor que este truño. No veré ‘Dune 3’.

    • Gerardo Cremer dice:

      Vaya, discrepo totalmente. Yo, como Spielberg, la considero una de las mejores peliculas de ciencia ficción jamas hechas. Y no la puse 5 estrellas por…no se

    • Oscar Cine dice:

      un film soberbio,superior,casi sobresaliente.Una catedral de imágenes poderosas y perfectas.Hipnotica,remite no sólo a Lawrence de Arabia,también en su increíble ecuador en blanco y negro al cine silente ruso.El mejor casting de la década,una fotografía tremebunda y una gran BSO de Zimmer.No se me ocurren peros.4 estrellas…y media.

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